Hasta la tercera entrega de «Crepúsculo» no volverá a usar las alas de vampiro. Mientras, le hinca el diente a «Agua para elefantes», película ambientada en el mundo del circo en los años 30
Mucho menos pálido que el personaje del vampiro que lo hizo famoso, poco a poco Robert Pattinson va alejándose del encasillamiento de la saga «Crepúsculo». En su nueva película, «Agua para elefantes», protagoniza el conflicto de un nuevo triángulo amoroso.
—¿Siente presión al hacer una nueva película, sabiendo el éxito de la saga de «Crepúsculo»?
—La presión se siente y crea cierta responsabilidad, porque si a alguien no le gusta una película, siempre va a decir que es mi culpa. Pero este filme no se basa solamente en las interpretaciones, es un espectáculo de circo. Nadie puede brillar mucho más que el elefante. Y eso ya es genial.
—¿Con la fama, su vida también es un circo?
—Es una lucha constante… En las entrevistas, siempre digo que tengo una vida muy aburrida, porque trabajo todos los días. Al principio, cuando empezaba, me encantaba ir a las entregas de premios y las fiestas. Y ahora, apenas voy diez minutos, me quedo dormido en el coche y tomo el siguiente avión para volver a trabajar.
—¿Ya no necesita guardaespaldas?
—Raramente voy a ciertos lugares como hacía antes. Ya no tengo tiempo para locuras.
—¿Cuando viaja, los pasajeros del avión le molestan pidiéndole fotos o autógrafos?
—Tengo la solución: me pongo una sábana en la cabeza y me duermo nada más subirme (Ríe).
—¿Hollywood es su casa o extraña su casa de Inglaterra?
—Inglaterra siempre será mi hogar. Ahora estoy siempre afuera, lo sé. Solía vivir en el Soho y cuando volví en Navidad no reconocí nada. Es deprimente, nada es igual que antes.
—¿Le visitan sus amigos ingleses?
—A veces vienen a Los Ángeles. Hay actores que suelen tener un montón de gente que se queda con ellos por dos meses, como un grupo de acompañantes que llaman entourage. Pero el ego de mis amigos es demasiado grande, no quieren ser así, solo aceptan quedarse en un hotel gratis conmigo, por poco tiempo, si estoy en Los Ángeles o Nueva York.
—¿Ellos le ayudan a mantener los pies sobre la tierra, en medio de tanta fama?
—Lo que me mantiene los pies sobre la tierra es trabajar todo el tiempo. No me aprovecho de la fama. Como mucho, la uso para conseguir gratis unas gafas de sol, poco más.
—En la película, para que le acepten en el circo, su personaje miente diciendo que es veterinario, cuando ni siquiera ha acabado la carrera. ¿Es como cuando mintió en las pruebas de «Harry Potter» diciendo que era un excelente esquiador y futbolista?
—Ah, sí, miento todo el tiempo en los castings.
Acostumbrado al triángulo amoroso con la serie «Crepúsculo», en «Agua para elefantes», Pattinson se enamora de la esposa del director del circo, mientras comparten la compasión por un elefante que además es el último recurso por atraer la atención del público, en plena época de la peor depresión económica de Estados Unidos, en la década de los años 30.
—¿Se ha vuelto un experto en películas con amores problemáticos?
—Siempre surgen problemas cuando te enamoras de alguien, especialmente en el cine. Ninguna película sería buena si no fuera así.
—¿Eligió este filme por alguna otra razón?
—Siempre me he sentido cercano a esa época.
—¿Cómo se metió en la piel de una persona de esos años?
—Durante el rodaje se creó un mundo particular, en el que un tren marcaba la frontera entre aquella época y la nuestra. Los camerinos estaban a un lado de las vías y del otro lado estaba el mundo del circo. Cruzar esa vía era como viajar en el tiempo. Prácticamente, lo único que había del siglo XXI era la cámara. Todo lo demás era de los años 30. Hasta el productor de diseño tenía puestos pantalones auténticos de la época. Incluso, la ropa interior, que usé todos los días, era de esa época. Fue una locura.
—¿Le dio miedo el elefante?
—No, pero me sorprendió la primera vez que vi al entrenador diciendo apenas «sit», como si le hablara a un perro, y la elefanta reaccionó como un perro. Básicamente ahí mismo decidí hacer la película, ni siquiera había leído el guión todavía.
—¿Es verdad lo que publicaron… que la elefanta se enamoró por completo cuando le vio?
—(Ríe) Suena como si yo hubiera querido seducir un elefante. Todos decían que yo tenía un romance con el elefante, pero la relación solo estaba basada en dulces. Mi estrategia era chupar un caramelo de menta y pegarlo en mi cuerpo, sin decirle nada a nadie. Por eso, el elefante me olía constantemente, supongo que me olía para buscar un premio.
—No podemos dejarle ir sin hablar del final de la serie «Crepúsculo». ¿Todavía disfruta con el personaje de Edward? ¿Tanto como al principio?
— Sí. Esta parte es alucinante. El final es muy diferente, tira todo por la ventana. Es gracioso, porque en el estudio siempre decían que podía contar todo, a todos. Pero por primera vez, ahora insisten que no diga nada. Lo siento, pero es todo un secreto.
fuente ABC
VIA
Mucho menos pálido que el personaje del vampiro que lo hizo famoso, poco a poco Robert Pattinson va alejándose del encasillamiento de la saga «Crepúsculo». En su nueva película, «Agua para elefantes», protagoniza el conflicto de un nuevo triángulo amoroso.
—¿Siente presión al hacer una nueva película, sabiendo el éxito de la saga de «Crepúsculo»?
—La presión se siente y crea cierta responsabilidad, porque si a alguien no le gusta una película, siempre va a decir que es mi culpa. Pero este filme no se basa solamente en las interpretaciones, es un espectáculo de circo. Nadie puede brillar mucho más que el elefante. Y eso ya es genial.
—¿Con la fama, su vida también es un circo?
—Es una lucha constante… En las entrevistas, siempre digo que tengo una vida muy aburrida, porque trabajo todos los días. Al principio, cuando empezaba, me encantaba ir a las entregas de premios y las fiestas. Y ahora, apenas voy diez minutos, me quedo dormido en el coche y tomo el siguiente avión para volver a trabajar.
—¿Ya no necesita guardaespaldas?
—Raramente voy a ciertos lugares como hacía antes. Ya no tengo tiempo para locuras.
—¿Cuando viaja, los pasajeros del avión le molestan pidiéndole fotos o autógrafos?
—Tengo la solución: me pongo una sábana en la cabeza y me duermo nada más subirme (Ríe).
—¿Hollywood es su casa o extraña su casa de Inglaterra?
—Inglaterra siempre será mi hogar. Ahora estoy siempre afuera, lo sé. Solía vivir en el Soho y cuando volví en Navidad no reconocí nada. Es deprimente, nada es igual que antes.
—¿Le visitan sus amigos ingleses?
—A veces vienen a Los Ángeles. Hay actores que suelen tener un montón de gente que se queda con ellos por dos meses, como un grupo de acompañantes que llaman entourage. Pero el ego de mis amigos es demasiado grande, no quieren ser así, solo aceptan quedarse en un hotel gratis conmigo, por poco tiempo, si estoy en Los Ángeles o Nueva York.
—¿Ellos le ayudan a mantener los pies sobre la tierra, en medio de tanta fama?
—Lo que me mantiene los pies sobre la tierra es trabajar todo el tiempo. No me aprovecho de la fama. Como mucho, la uso para conseguir gratis unas gafas de sol, poco más.
—En la película, para que le acepten en el circo, su personaje miente diciendo que es veterinario, cuando ni siquiera ha acabado la carrera. ¿Es como cuando mintió en las pruebas de «Harry Potter» diciendo que era un excelente esquiador y futbolista?
—Ah, sí, miento todo el tiempo en los castings.
Acostumbrado al triángulo amoroso con la serie «Crepúsculo», en «Agua para elefantes», Pattinson se enamora de la esposa del director del circo, mientras comparten la compasión por un elefante que además es el último recurso por atraer la atención del público, en plena época de la peor depresión económica de Estados Unidos, en la década de los años 30.
—¿Se ha vuelto un experto en películas con amores problemáticos?
—Siempre surgen problemas cuando te enamoras de alguien, especialmente en el cine. Ninguna película sería buena si no fuera así.
—¿Eligió este filme por alguna otra razón?
—Siempre me he sentido cercano a esa época.
—¿Cómo se metió en la piel de una persona de esos años?
—Durante el rodaje se creó un mundo particular, en el que un tren marcaba la frontera entre aquella época y la nuestra. Los camerinos estaban a un lado de las vías y del otro lado estaba el mundo del circo. Cruzar esa vía era como viajar en el tiempo. Prácticamente, lo único que había del siglo XXI era la cámara. Todo lo demás era de los años 30. Hasta el productor de diseño tenía puestos pantalones auténticos de la época. Incluso, la ropa interior, que usé todos los días, era de esa época. Fue una locura.
—¿Le dio miedo el elefante?
—No, pero me sorprendió la primera vez que vi al entrenador diciendo apenas «sit», como si le hablara a un perro, y la elefanta reaccionó como un perro. Básicamente ahí mismo decidí hacer la película, ni siquiera había leído el guión todavía.
—¿Es verdad lo que publicaron… que la elefanta se enamoró por completo cuando le vio?
—(Ríe) Suena como si yo hubiera querido seducir un elefante. Todos decían que yo tenía un romance con el elefante, pero la relación solo estaba basada en dulces. Mi estrategia era chupar un caramelo de menta y pegarlo en mi cuerpo, sin decirle nada a nadie. Por eso, el elefante me olía constantemente, supongo que me olía para buscar un premio.
—No podemos dejarle ir sin hablar del final de la serie «Crepúsculo». ¿Todavía disfruta con el personaje de Edward? ¿Tanto como al principio?
— Sí. Esta parte es alucinante. El final es muy diferente, tira todo por la ventana. Es gracioso, porque en el estudio siempre decían que podía contar todo, a todos. Pero por primera vez, ahora insisten que no diga nada. Lo siento, pero es todo un secreto.
fuente ABC
VIA
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